sábado, 29 de septiembre de 2007

Náusea

Nunca había escrito. Pero, sin previo aviso, como quien tiene una revelación, cogió un bolígrafo y comenzó. Siempre era cuando la noche había penetrado más allá de su escritorio, más allá de sus ojos. Entonces, en trance, vomitaba, a través de sus dedos, versos, estrofas, rimas, metáforas, hipérboles… Al acabar, se pasaba la manga por los labios húmedos, cerraba los ojos y respiraba hondo. Llegaba exhausta a la cama, pero completamente relajada.
Al día siguiente, leía lo que había escrito. Dudaba que hubiera una sola línea decente en todo aquel galimatías. Había imágenes que le parecían válidas, juegos de palabras coherentes, sentimientos bien captados, pero la mayoría era paja, grumo que obstaculiza el regurgitar de la verdadera esencia. Y así, noche tras noche.
Después de varios meses de febril actividad poética, dejó de escribir, ya no sentía la náusea existencial, ya no tenía más que abocar a este mundo.
En el entierro, su marido leyó, con gran acopio de valor y serenidad, uno de sus poemas. Luego, arrugó la hoja y la lanzó sobre el féretro. Había más de ella en ese trozo de papel que en todos los años que habían compartido juntos.
© Anabel


domingo, 16 de septiembre de 2007

¿Quieres venir conmigo?


No prometo sonrisas de dentífrico
por las mañanas,
suelo levantarme con el pie izquierdo.
Me irrita la luz matutina
que interrumpe mis sueños,
que me abandona en el hostil tapete
de la partida de póquer.

¿Quieres venir conmigo?

Mi piel de naranja
-tan denostada la pobre-
con su olor ácido y dulzón
es sensible y delicada.
Mis curvas desvencijadas
y mi risa loca a deshoras
ocupan mi piso.
Mi lengua y mis lágrimas,
que son incontrolables,
nunca sé dónde paran.

¿Quieres venir conmigo?

Me gusta la Luna,
su influjo enfermizo
y su redondez,
parece el espejo
donde me miro.
Me gustan tus manos sobre mis senos,
sentir que se oprimen bajo tu tacto
y cómo se erizan mis pezones.

¿Quieres venir conmigo?

No conozco el camino de rosas,
me sé al dedillo el de espinas.
Nunca he tirado la toalla
mientras por mis venas
corriera una gota de sudor.
Leo como una descosida
y escribo por necesidad.

¿Quieres venir conmigo?


© Anabel