sábado, 24 de noviembre de 2007

Prefiero la oscuridad

Prefiero la oscuridad,
sábana negra que me expende el billete
hacia el tren del deseo, el viaje
hacia el océano embravecido de tu boca,
hacia el abrumador ímpetu de tu sexo.
Destino del que no quiero regresar,
del que sólo la luz,
la terrible y odiosa luz,
logra sacudirme y lanzarme
sobre la tangible existencia
que me asola en soledad,
que me horada gota a gota
incansable, incesante, inmisericorde.

Prefiero la oscuridad
que me mantiene sobre tu pecho,
que me abandona al placer de tus dedos,
que me encuentra siempre en tu mirada,
siempre en tu cama,
siempre en ti.

Me armaré con balas de plata
para disparar a las bombillas
y convertir las lámparas
en testigos ciegos
de mis delirios fantasmales.
© Anabel

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Azul necesario



He pensado repetidamente en lo absurdo e inoportuno que es tu recuerdo.
Podría decirte que es azul, incluso que huele a azul. ¿Lo ves?, es absurdo. Azul como el mar cobalto de este verano. Tal vez por ello no quería meterme en el agua: mojada de mar y de ti, inundada de tu olor y su sal, demasiado azul. "¡Qué rara eres, cariño!", exclamaba mi marido. ¿Ves?, inoportuno.
Y sigues allí, sin cita previa, sin permiso para continuar persiguiéndome por el parque, o acechándome en las esquinas, u observándome desde los ojos azules de cualquier hombre atractivo. Sólo por eso soy capaz de enamorarme en un segundo de un auténtico desconocido. Absurdo. Completamente absurdo.
Te he visto en los ojos de Mateo. No son tan grandes como los tuyos pero son penetrantes y azules como el mar de este verano. Me miró fijamente y le aguanté la mirada. Estoy cansada de huir del azul. Me invitó a una cerveza a la salida del trabajo. Había sido una jornada dura, no habíamos tenido tiempo ni de tomar un café, ni de comentar las pequeñas anécdotas de nuestros hijos durante el fin de semana, rodeados de cuentas y papeles, archivos y programas de la empresa. Sí, vamos al pub de la esquina.
Doblé la esquina decidida a no ser asaltada por el azul, ¿dónde vas, despistada? ya hemos llegado, y fue el azul de los ojos de Mateo el que me abordó.
- Pareces lejos de aquí – su mano sostenía mi brazo indicándome el camino.
- No, estoy aquí, justo aquí –mientras entrábamos en el Blue Soul.
Fue tan fácil. No hicieron falta palabras: una concatenación de hechos lógicos, sucedidos en armonía y complicidad. Mateo necesitaba mi sal, yo su azul. Y fuimos olas de mar.
Somos el mar.
Ahora estoy convencida de que tu recuerdo fue un azul necesario.
© Anabel