Prefiero la oscuridad,
sábana negra que me expende el billete
hacia el tren del deseo, el viaje
hacia el océano embravecido de tu boca,
hacia el abrumador ímpetu de tu sexo.
Destino del que no quiero regresar,
del que sólo la luz,
la terrible y odiosa luz,
logra sacudirme y lanzarme
sobre la tangible existencia
que me asola en soledad,
que me horada gota a gota
incansable, incesante, inmisericorde.
Prefiero la oscuridad
que me mantiene sobre tu pecho,
que me abandona al placer de tus dedos,
que me encuentra siempre en tu mirada,
siempre en tu cama,
siempre en ti.
Me armaré con balas de plata
para disparar a las bombillas
y convertir las lámparas
en testigos ciegos
de mis delirios fantasmales.
sábana negra que me expende el billete
hacia el tren del deseo, el viaje
hacia el océano embravecido de tu boca,
hacia el abrumador ímpetu de tu sexo.
Destino del que no quiero regresar,
del que sólo la luz,
la terrible y odiosa luz,
logra sacudirme y lanzarme
sobre la tangible existencia
que me asola en soledad,
que me horada gota a gota
incansable, incesante, inmisericorde.
Prefiero la oscuridad
que me mantiene sobre tu pecho,
que me abandona al placer de tus dedos,
que me encuentra siempre en tu mirada,
siempre en tu cama,
siempre en ti.
Me armaré con balas de plata
para disparar a las bombillas
y convertir las lámparas
en testigos ciegos
de mis delirios fantasmales.
© Anabel