domingo, 14 de marzo de 2010

Gracias Delibes


No sé cuál nos mandaron leer primero, si “El camino” o “Las ratas”. Por entonces la obligación de leer ya no existía en mí, ya leía por divertimento, por vocación, pero te explicaban tan mal a los autores que Miguel Delibes parecía un ser recto y severo, cuadriculado. Esa sensación te quitaba las ganas de ponerte a leer sus libros. Después de leerlos te asombrabas y no podías imaginar que el Delibes del que te habían hablado fuera el mismo que había escrito un libro tan limpio y certero.
Más que recto, conforme he ido creciendo, me he dado cuenta de que Delibes era fiel a sus creencias, como cuando tuvo que renunciar a la dirección del periódico donde trabajaba en Valladolid por diferencias con el régimen franquista; fiel a su familia y a su gente y a su tierra; fiel a su forma de escribir: escribía en cuartillas de mala calidad y a lápiz, lo que ha dificultado mucho la conservación de los manuscritos de sus primeras novelas. Sencillo como la vida que llevó. Y grande como sus obras.
Delibes me ha enseñado a leer, pero, sobre todo, me ha enseñado a escribir. Me produce cierto pudor afirmar tal cosa, pero ¿qué mejor maestro puede tener quien aspira a escribir? De él he aprendido la necesidad de dominar el lenguaje, del uso correcto de los vocablos, de las frases bien hechas, de la pulcritud narrativa, de la importancia de lo pequeño y de la observación como primera herramienta de un escritor –como veis la teoría me la sé-. Era un gran observador, capacidad, además de la paciencia, que ha de tener un cazador. Tal vez en las esperas disfrutaba del paisaje castellano que lo envolvía. No se entienden las novelas de Delibes sin el paisaje y sin el análisis de la gente que lo puebla.
Yo no entiendo la narrativa española sin Delibes.
©Anabel

domingo, 7 de marzo de 2010

Historias de Sujetadores


Madame Quikalú y toda su troupe me van a preparar la presentación del libro. Han invertido todos sus ahorros en semejante evento así que supongo que no defraudarán a los asistentes. Se les reconoce y agradece de antemano su dedicación y esmero.
Gracias, amigos muñequiles.